Catálogo Turpin
NarrativaCuentos de la Calle del Pez
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Portel tenía treinta y tres años y Orgaz veintidós cuando se conocieron en un cafetín de la calle del Pez frecuentado por bohemios y gentes de oscuro vivir, y entablaron un duelo de ajedrez para decidir quién ostentaría el título del mejor ajedrecista universal. Las apuestas a favor de uno y otro estaban casi empatadas. La diosa Caissa, la musa del ajedrez, se lavó las manos deseando suerte a los dos jugadores. El tablero se colocó en medio del cafetín, y la partida quedó en tablas.
De los Austrias a la Movida, de Felipe II a Juan Carlos I, la calle del Pez ha conservado, milagrosamente (lo suscribe un escéptico) sus señas de identidad, no intactas pero al menos reconocibles. En una capital improvisada por capricho de un monarca que no hizo nada para merecer el calificativo de prudente, la villa de Madrid, castillo famoso y fronterizo de moros y cristianos, mudéjares y mozárabes, se mudó por arte de birlibirloque en sede de un Imperio en el que no se podía el sol pero en el que prevalecían las sombras.